lunes, 13 de agosto de 2012

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE LA ACCIÓN DE LA MASONERÍA EN NUESTRO PAÍS DURANTE EL SIGLO XIX

Domingo F. Sarmiento.



Por Alberto José Bondesío



Introducción.

Antes de desarrollar el accionar de la Masonería en nuestro territorio amerita que describamos sucintamente los fundamentos que la diferencian de la Fe católica. Fe que nuestros próceres supieron cultivar y defender durante su larga lucha por la independencia y el posterior período en que el Restaurador, Don Juan Manuel de Rosas, ordenó no solo a la provincia de Buenos Aires sino a la Confederación  toda.
Nos basta para ello, entre muchas otras, traer a colación la Declaración de la Conferencia Episcopal Alemana del 28 de Abril de 1980 que sentenciaba lo siguiente:
La Masonería no ha cambiado en su esencia. La pertenencia a la misma cuestiona los fundamentos de la existencia cristiana”.
Las principales razones alegadas para ello fueron las siguientes:

1.- La cosmología o visión del mundo de los masones no es unitaria, sino relativa, subjetiva y no se puede armonizar con la fe cristiana.-
2.- El concepto de verdad es, asimismo, relativista, negando la posibilidad de un conocimiento objetivo de la verdad, lo que no es compatible con el concepto católico.-
3.- El concepto de religión que tienen es relativista y no coincide con la convicción fundamental del cristianismo; el concepto de Dios, simbolizado a través del “Gran Arquitecto del Universo” es de tipo deístico y no hay ningún conocimiento objetivo de Dios en el sentido del concepto personal del Dios del teísmo, y está transido de relativismo, lo cual mina los fundamentos de la concepción de Dios de los católicos.

Cabe complementar lo precedente mencionando que el 17 de Febrero de 1981, una vez más desde el siglo XVII, la Congregación para la Doctrina de la Fe publicaba una declaración en la que afirma nuevamente la excomunión para los católicos que den su nombre a la secta masónica y a otras asociaciones del mismo género, con lo cual, la actitud de la Iglesia permanece invariable, e invariable permanece aún en nuestro días.


Las sociedades secretas antes y después de Caseros.

Desde 1806 hasta 1856 no hubo logias masónicas propiamente dichas en la Argentina; pero sí hubo masones aislados, que al infiltrarse en las sociedades secretas de los patriotas ganaron adeptos entre sus miembros, logrando formar grupos políticos de argentinos con mentalidad filomasónica, conscientes los menos e inconscientes los más. Los miembros de la logia irregular a la cual pertenecían, habrían penetrado en el Club de los morenistas y en la Sociedad Patriótica, y luego en la Logia Lautaro. Todos ellos ocultaron su verdadera personalidad en el secreto y clandestinidad que la secta mantuvo hasta Caseros.
Las ideas patrocinadas por estos pocos demoliberales con tendencias extranjerizantes, antitradicionalistas y anticriollistas, que pretendieron herir de muerte a la Patria en su íntimo ser nacional, y que desde sus albores, provocaron el general repudio de la parte más sana del pueblo criollo; reconocen todas ellas su paternidad masónica, en  sus contenidos y en sus principios.
Estos no entendían que el patriotismo debe asumirse como cosa recibida en  herencia, como un llamado de la tierra de los padres, como un legado acrecentado por el aporte de las generaciones. Pero la minoría urbana, de espaldas a la tierra, confundía el patriotismo con el esplendor de recetas aprendidas en la farmacopea de la filosofía liberal.
Federico Ibarguren al respecto nos decía: “debemos continuar el pensamiento y la política de aquellos patriotas, defensores de nuestra soberanía; para que renazca en estas tierras metalizadas una nueva era de Civilización y de Fe, siguiendo nuestra tradición, que no es cosa de archivos, sino que actúa en las entrañas de nuestro pueblo como la sangre que irriga nuestro organismo”.
Los masones, ocultos en esas sociedades habían definido a Juan Manuel de Rosas como “el más bárbaro y brutal de los tiranos de América Latina, el salvaje de la pampa que vomitó el infierno”.
El Salón Literario fue una de esas sociedades que, realizando trabajos antirosistas, fomentaba las diversas coaliciones para derrocar al Restaurador.
Si en algún período de la historia argentina pudieron intentar los masones instalar sus logias en nuestra patria, el menos adecuado fue ciertamente el rosista, durante el cual, según dicen ellos, debieron dormir su “gran sueño”.
Estas sociedades secretas infiltradas de masones desempeñaron un papel importante en los aciagos tiempos en que los unitarios habiendo conseguido la traición de Urquiza  y  el apoyo de Brasil consumaron la acción que se convertiría en bisagra de nuestra historia. Bisagra a partir de la cual empezamos el lento y continuado proceso de pérdida de nuestra identidad.
Después de Caseros, la principal sociedad secreta que se fundó fue la logia “Juan-Juan”. Integraban esta logia, entre otros, Miguel Estéves Saguí, José Mármol, Adolfo Alsina, Juan José Montes de Oca,  José María Moreno, y los militares Pirán, Hornos, Conesa, Emilio Mitre etc. Todos ellos acicateados por Sarmiento desde Chile.
Su objetivo: generar una resistencia al gobierno de Urquiza y tratar de producir su eliminación  física.
La intervención de Valentín Alsina y de Bartolomé Mitre hizo que desistieran de ello pero sí en cambio llevaron adelante la revolución del 11 de setiembre de 1852.
En 1856 aparece la sociedad secreta “Juan-Juanes” que se constituyó como “control de Estado” durante el gobierno porteño de Pastor Obligado y sus terroristas liberales.
Su ministro de Guerra, Coronel Bartolomé Mitre, sacrificó pasando por las armas a muchos ciudadanos como así también a los prisioneros de guerra. Entre ellos, el héroe de Martín García el general Jerónimo Costa.
Los emigrados Sarmiento y Mitre, los de mayor peso a la hora de escribir la historia de nuestra patria, fueron miembros de la Masonería en su Grado 33 (Rito Escocés Antiguo y Aceptado).
Si asociamos esto con el concepto que de Rosas tenía la masonería nos será sencillo inferir la razón fundamental por la que el Restaurador de las Leyes fue fuertemente denostado y calumniado en nuestra historia oficial durante tantos años…incluso hoy día.



Instalación oficial de la Masonería hasta el fin del siglo XIX.


La fundación oficial de la Masonería en la República Argentina data del 9 de marzo de 1856, con la apertura de la logia madre “Unión del Plata” que sesionó en sus primeras “tenidas” en una casa ubicada en la esquina de Brasil y Balcarce, junto al parque Lezama.
Después de Caseros, los primeros masones que instalan sus logias son los extranjeros. Los franceses fundan en 1852 la logia “Amie des naufragés”. Los ingleses crean la logia “Excelsior” en 1853.
Entre los primeros catorce masones argentinos inscriptos en 1856 en la logia madre para la República Argentina, figuran: Domingo Faustino Sarmiento, Santiago y Francisco Albarracín.
“Después de la larga noche de la tiranía rosista, dicen los masones, la Masonería que vivió oculta o semioculta, reabre sus “trabajos” para replegarse luego en el silencio de sus “talleres” al terminar el período inquieto de la organización nacional”.
Es innegable que la Masonería ejerce una considerable fuerza de atracción, porque halaga el orgullo del hombre, se muestra a las almas ansiosas de verdad y certeza, pero apartadas de Dios, como la religión universal del porvenir, de la cual todas las religiones pasadas y presentes no serían más que etapas históricas o pasajeras.
Al hablar de este período de nuestra historia dice Atilio García Mellid: “Después de Caseros y Pavón se inició la ofensiva destinada a abatir las substancias católicas de nuestra vida: programa compacto de abatimiento de nuestras bases religiosas. El liberalismo asimiló los principios naturalistas y positivistas, constituyéndose en una verdadera filosofía que negaba al ser y a la nacionalidad y a todo el conjunto de sus valores espirituales…”.
Uno de los acontecimientos masónicos de mayor trascendencia nacional fue la “Magna Tenida” del 21 de Julio de 1860 en la que se le confirió el Grado 33 “a los ilustres hermanos Santiago Derqui, presidente de la República Argentina; General Bartolomé Mitre, gobernador del Estado de Buenos Aires; Domingo Faustino Sarmiento, ministro de gobierno de Buenos Aires y Coronel Juan Andrés Gelly y Obes, ministro de guerra del mismo Estado; y regularizó en el mismo grado al Gobernador de Entre Ríos, General en Jefe de los Ejércitos de Mar y Tierra de la República, ilustre hermano Justo José de Urquiza”.
El masón Martín Lazcano bautizó este acto con el sugerente nombre de “compromiso de Honor Urquiza-Mitre”; que tendrá su explicación histórica inmediata en la “misteriosa” y “milagrosa” retirada de Urquiza en la batalla de Pavón del 17 de noviembre de 1861, dejando el triunfo fácil a Mitre.
La consecuencia de este hecho militar no trajo la paz, ya que los agentes de Mitre se dedicaron a sembrar el terror en las provincias, regando el territorio patrio con la generosa sangre criolla, “convirtieron al país en un vasto osario” según se lee en los periódicos de la época. Siguiendo de acuerdo con la consigna de Sarmiento de “no economizar sangre de gauchos”, a quienes apodaba “chusma criolla, incivil y ruda”.
Sarmiento y Mitre…la Masonería los cobijaba.
Los principios liberales que estos masones apuntalaban terminaban en las mayores tiranías que, en aras de la deidad masónica, sacrificaban también la fe de la más pura amistad y el culto supremo de la verdad.
Desde la instalación del Gran Oriente Argentino la masonería comienza a actuar como una fuerza de primer orden en la política y en el gobierno de la nación; y, desde Pavón, ya nada importante se cumplirá en el orden público sin que lleve el sello masónico.
El “trabajo” de la masonería explica la orientación decididamente laicista-liberal que tomó el país con su carácter centralizador que la acompañó; la hegemonía que adquiere Buenos Aires sobre las provincias y el predominio creciente de los hombres de la capital.
Cabe, finalmente, tener muy presente lo que escribía en 1951 Fabián Onsari, Gran Maestre de la Masonería Argentina: “La masonería jamás actúa como institución; son sus hombres los que, colocados en distintas esferas sociales, hacen sentir la influencia de sus enseñanzas”.



                                                                





martes, 7 de agosto de 2012

EL PRESIDENTE JUSTO Y EL ESPLENDOR DE YPF

Miguel A. Cárcano, Ramón S. Castillo, Agustín P. Justo y Carlos Saavedra Lamas.

Por Roberto Azaretto* 


En la nota publicada en los Andes del jueves 7 de junio, el que escribe, se refirió a los mitos populistas sobre YPF. Siguiendo esa línea corresponde referirnos al gobierno del general e ingeniero Civil de la UBA, Agustín P. Justo, cuyo mandato de 6 años se extiende entre febrero de 1932 a 1938.          
El presidente Justo designa como presidente de YPF al ingeniero Ricardo Sylveira, un hombre olvidado, que fue el que construyó la empresa que ha quedado, en la memoria colectiva del país, como un símbolo de la independencia económica.     
En 1932, el Congreso aprueba la Ley Orgánica de YPF, demorada en la década anterior, redactada por el ministro de Agricultura Antonio di Tomaso. La Ley 11.688 posibilita el funcionamiento de la empresa estatal y establece el pago de regalías al Estado nacional o a las provincias, según la ubicación de los yacimientos, pues entonces existían los territorios nacionales.   
En 1934, por decreto 4.431/34, se reservan todos los territorios nacionales para YPF. lo que es confirmado en la Ley 12.161 conocida como Ley del Petróleo, donde respeta el derecho de las provincias a la propiedad del subsuelo, a las que se les reconoce el derecho de percibir regalías.    
En la gestión de Sylveira se avanza en varias líneas simultáneas. Las mismas consisten en ofrecer a las provincias condiciones atractivas para que le concedan a YPF su subsuelo desplazando a las empresas extranjeras. Industrializar el petróleo y construir una estructura de comercialización, que no pudo concretar Mosconi por sus diferencias con Yrigoyen.          
A los avances en los territorios nacionales suma su presencia en Salta, que en la década anterior había negociado con la Standard Oil y los acuerdos con el gobierno de Mendoza.
En materia de industrialización promueve la ampliación de la destilería de la Plata, triplicando su capacidad de refinación y comenzando a elaborar gas oil, aceites lubricantes, asfaltos, gas licuado y supergás. Vendrá luego la construcción de la destilería de Godoy Cruz, la de Luján de Cuyo, San Lorenzo en las cercanías de Rosario y la de Salta.       
En materia de comercialización organiza una red de concesionarios y el 10 de diciembre de 1936 firma el acuerdo con el Automóvil Club. Esta institución, al principio un club social de élite, con el crecimiento del parque automotor y las actividades comerciales e industriales que eso genera, crece en el número de socios, coincidiendo además con el avance de la red nacional de carreteras que alcanzará hacia 1943 los cincuenta mil kilómetros.
La Argentina contaba con un parque automotor de 450 mil vehículos, cifra que superaba a toda Sudamérica y, en proporción a la población, era superior al de Francia. Por eso la asociación entre YPF y el Automóvil Club tendrá alcances enormes para el desarrollo nacional pues a la red de caminos se agrega una red nacional de estaciones de servicios, auxilios, lugares de descanso. Esto se financiará con un descuento de dos centavos por litro de combustible vendido en esta red.         
YPF construirá durante la gestión de Sylveira el edificio de la Diagonal Roque Sáenz Peña para sus oficinas y el famoso laboratorio de Florencio Varela.        
En 1932 producía 673.592 metros cúbicos de petróleo, al retirarse de YPF en 1943 la producción alcanzaba a dos millones cuatrocientos mil metros cúbicos. La elaboración de lubricantes pasó de catorce millones de kilos a ciento cincuenta millones. El capital de doscientos millones en 1932, alcanza setecientos millones, 10 años después.
En 1936 se adquiere la Standard Oil (Esso), que no se concreta pues el Congreso no lo trata y la empresa rescinde el convenio de venta.      
Todo esto ha sido ocultado maliciosamente por los escritos del nacionalismo, tanto el fascista como el populista.           

YPF y los gobiernos de Mendoza  

El 2 de diciembre de 1930 el interventor federal en la provincia, nombrado por el gobierno de facto del General Uriburu, decreta la prohibición de dar derechos de cateo a empresas privadas, lo que desmiente el mito sobre el golpe del 30 y el supuesto "olor a petróleo".
En el gobierno de Ricardo Videla, del partido Demócrata, retorna la explotación petrolera en Mendoza con las perforaciones exitosas en Cacheuta y el descubrimiento de ese hidrocarburo en Tupungato en 1934.     
La empresa nacional reconoce una regalía del 11%. Luego seguirá la exploración exitosa cuyo resultado son los campos petroleros de Barrancas y Lunlunta.
YPF construye una destilería pequeña en Godoy Cruz, el excedente se envía por ferrocarril a la nueva destilería de San Lorenzo. 
El gobernador, Rodolfo Corominas Segura, con mandato entre 1938 a 1941, llevará a cabo una negociación integral con la empresa petrolera del Estado que culmina en el convenio que firma con el titular de YPF, el 15 de junio de 1940, ratificado por ley provincial 1.388 y decreto nacional 75.550/40 de ese mismo año.          
En ese convenio se establece, entre otras obligaciones de la empresa con Mendoza, la construcción de la Destilería de Luján de Cuyo, que se habilita con equipos estadounidenses en sólo once meses. El abastecimiento de los productos de la misma es para todo Cuyo.        
En las áreas no explotadas se renegociarán las condiciones cada diez años, reservando la provincia sus derechos de concesionar al mejor oferente. Se fija un fondo para la construcción de 4 centrales hidroeléctricas con la mitad de las regalías y un aporte adicional equivalente de YPF a ese objetivo. Se promueve el entrenamiento, capacitación e ingreso de mano de obra mendocina y en el ámbito de la recién fundada Universidad Nacional de Cuyo la creación del Instituto del Petróleo para formar ingenieros especializados.   
También se prevé la distribución del gas y el futuro oleoducto a San Lorenzo que redundará en la baja de fletes; parte del menor costo de transporte también ingresará a la provincia para la construcción de las centrales hidroeléctricas y la mejora del riego.
En 1941, el nuevo gobernador Adolfo Vicchi firma un convenio aclaratorio que dispone el depósito de las regalías y el aporte para la construcción de las centrales eléctricas en una cuenta especial.   
Los gobiernos de entonces eran cuidadosos con el gasto corriente, por eso con estos acuerdos, además de promover la diversificación de la economía provincial, permitieron financiar obras públicas importantes como la red caminera, canales, escuelas, hospitales y los primeros barrios de vivienda.     
Cabe recordar que el ingeniero Francisco Gabrielli, que participó de esos gobiernos como director de Vialidad Provincial y superintendente de Irrigación, cuando le tocó gobernar promovió el polo petroquímico, pues la destilería de Luján de Cuyo debía ser la base de una fuerte industria.           
Personalidades de Mendoza integraron el Directorio de YPF en esa década; nos referimos, por ejemplo, a los ingenieros Alurralde y Emilio Rosas.           
Sin duda había respeto por el federalismo en el poder central y dignidad en la defensa de los derechos de las provincias como lo demostraron esos gobernadores que se sucedieron hasta 1943.          
En otra nota analizaremos la decadencia de YPF.

* Los Andes, Mendoza, 7-VIII-2012.
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