martes, 12 de julio de 2016

LAS ESTRATEGIAS DEL LIBERTADOR


José de San Martín (por Fidel Roig Matons).



                                                                   Por Roberto Azaretto


En el Congreso que declara la Independencia el 9 de julio de 1816, el protagonismo del General San Martín, sin estar presente en Tucumán, fue decisivo.
Entre los lugares comunes, que se escuchan, sobre hechos y protagonistas de la historia nacional, está el de considerar a San Martín un excelente militar, pero de dudosas condiciones políticas. Sin embargo, su influencia en los acontecimientos que tuvieron lugar ese año fue decisiva y lo muestra como un gran político, capaz de discernir entre las metas y lo accesorio. La Gobernación Intendencia de Cuyo, gobernada por nuestro más importante militar, eligió cinco diputados al Congreso de Tucumán. Por Mendoza eligieron a los doctores Tomás Godoy Cruz y Juan Agustín Maza; por San Juan el doctor Francisco Narciso de Laprida y el fraile Justo Santa María de Oro y, por San Luis, el general Juan Martín de Pueyrredón, que allí residía desde 1812 cuando fue desterrado de Buenos Aires. San Martín mantiene una copiosa correspondencia con los diputados cuyanos, sobre todo con Godoy Cruz, en la que permanentemente reclama que el Congreso sesione con rapidez y declare la independencia y en la que no oculta sus impresiones sobre el estado del país y sus problemas políticos. Una de las cualidades más notables, que contrasta con las actitudes de casi todos sus contemporáneos, es la claridad de sus objetivos: para obtener la independencia era indispensable destruir el poder de la corona española en Lima; todo conflicto, querella, aspiración, debía subordinarse y postergarse en función de ese objetivo. Mientras, desde 1810, otros planteaban rencillas de aldea, discusiones sobre el sistema de gobierno en un país que -como escribía San Martín para calificar como “locura” la idea de la federación- “es un inmenso desierto con algunos poblados escasos de todo”. Era muy difícil la situación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Entre 1814 y 1815 Fernando VII había recuperado el control de todo su imperio con excepción de lo que hoy es la Argentina, el Paraguay y la Banda Oriental. La toma de Montevideo por Alvear y Brown en 1814 impidió que un ejército de casi catorce mil hombres se dirigiera al Río de la Plata; fue desviado al virreinato de Nueva Granada terminando con la derrota y el exilio de Bolívar. Liberada España de la ocupación Napoleónica, el rey mandó refuerzos a todas partes con jefes, oficiales y tropas veteranas fogueadas en años de guerra europea, muy superiores a los ejércitos del que disponían los virreyes en los primeros años del proceso emancipador y cuyos efectivos, en su mayor parte, eran americanos. En 1816, el virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela, marqués de Viluma, planeaba una operación conjunta contra Buenos Aires. Desde el Alto Perú partiría el recién llegado general José de la Serna hacia Tucumán para terminar con el Ejército del Norte. Desde Chile, el general Osorio cruzaría a Mendoza, donde, junto a de La Serna, proveniente de Tucumán, debería derrotar a San Martín y desde allí marcharían a Buenos Aires.

El otro problema era la imprudencia de Artigas que, con las provocaciones de algunas fracciones de su fuerza en Río Grande Do Sul, terminarían por provocar la invasión portuguesa. Artigas no mandó congresales a Tucumán, por eso no estuvieron representadas Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y la Banda Oriental.
San Martín reclamaba la independencia, quería cruzar a Chile en el verano de 1817 y pretendía hacerlo como jefe del ejército de un Estado independiente y no como jefe de una “insurgencia”.
Su plan requería solucionar el problema del gobierno y asegurar la defensa del Norte hasta que, liberado Chile e invadido el Perú por mar, las fuerzas acantonadas en el Norte avanzaran sobre el Alto Perú para atacar a los ejércitos del rey en dos frentes.
En relación con el gobierno, el General San Martín propone como Director Supremo a Juan Martín de Pueyrredón, quien debe competir con el coronel Moldes, respaldado por Salta y Córdoba. El Jefe del Ejército de los Andes detesta a Moldes, y no sólo impide que sea elegido Director sino que logra su expulsión del Congreso.
El otro logro del Gobernador de Cuyo es la designación de Belgrano como nuevo jefe del Ejército Auxiliar del Perú o del Norte. Le dice a Pueyrredón que si bien no tiene las dotes de un Murat o un Bonaparte, es el mejor que ha conocido en esta parte del mundo.
Belgrano había viajado a Europa con Rivadavia en misión diplomática. Estos revolucionarios de 1810 encuentran un continente que abomina de las ideas revolucionarias y que vuelve a las antiguas monarquías. Por otro lado, el rey de Inglaterra no quiere saber nada con los sectores de su país que apoyan la independencia, por eso la flota inglesa no interfiere cuando Fernando VII manda poderosos ejércitos a nuestra América. Es más, está negociando y obteniendo un tratado de comercio con la corona hispana que le asegura el mercado americano. El consejo de los diplomáticos ingleses es que obtengan un acuerdo con el rey español, una cierta autonomía. Por eso Belgrano aconseja una solución monárquica al Congreso.
San Martín, enterado de la Declaración de la Independencia y de las designaciones, por él propuestas, decide encontrarse en Córdoba con Pueyrredón en su viaje a Buenos Aires para hacerse cargo del gobierno.
En Córdoba se acordará el respaldo necesario para poder culminar la organización y equipamiento del Ejército de los Andes. El otro hecho importante fue obtener la promesa del gobernador de Córdoba, que había sido elegido por el Cabildo de esa ciudad, de lealtad al gobierno, cuestión esencial para asegurar las comunicaciones entre Buenos Aires, el Norte y Cuyo. José Javier Díaz, prócer del federalismo, cumplió con su palabra, lo que le trajo problemas con algunos de sus partidarios.
Belgrano intentará una audaz maniobra ofensiva sobre el Alto Perú: destaca en 1817 al tucumano Aráoz de Lamadrid con sólo trescientos cincuenta hombres para incursionar a retaguardia del general De la Serna que estaba tomando Salta. Lamadrid llegará a sitiar Chuquisaca provocando el repliegue del ejército español, que se acelera al llegar las noticias del triunfo de San Martín en Chacabuco.
Belgrano también deberá asegurar el orden en el Norte siguiendo instrucciones del Congreso. Por eso intervendrá en los conflictos de Santiago del Estero, sofocando la sublevación de Juan Francisco Borges en La Rioja y en Córdoba ante los embates artiguistas.
La otra decisión que tuvieron que tomar San Martín y Pueyrredón fue la de no intervenir cuando los portugueses invadieron la Banda Oriental y tomaron Montevideo. En una carta le dice el Libertador al Director Supremo: “Hablando con franqueza” que entre los dos males prefiere a los portugueses porque por lo menos no propalarán “la anarquía”.
Los treinta y tres congresales, entre los que hay diecinueve abogados, cinco militares y nueve sacerdotes y frailes, nos dieron independencia y trataron de dotarnos de instituciones y formar un Estado.
No pudieron imponer esas ideas. Fue un largo proceso que nos llevó setenta años de luchas facciosas y extremadamente sangrientas. Recién en 1853 se logra sancionar la Constitución aceptada por los pueblos, consolidada en 1860 con la reincorporación de Buenos Aires, fruto de la actitud conciliatoria de Urquiza. Y en 1880 se inicia el proceso que lleva, en pocos años, a construir un Estado nacional.
Tan eficaz fue ese Estado nacional que en sólo una generación logró formar una nación moderna en un desierto, dando educación a los nativos y a millones de inmigrantes y pasando en cien años de ser la región más pobre del imperio español, a la más moderna y rica.
En este Bicentenario, recordemos a los que nos dieron patria y el consejo de San Martín que para los “hombres de coraje se hacen las grandes empresas”. Hoy la gran empresa es volver a ser un país que progresa, con instituciones sólidas y transparentes, con inclusión y movilidad social, capaz de insertarse en el mundo y de afrontar los desafíos que el mismo presenta con la revolución tecnológica, las nuevas formas de producción y la necesidad de innovar y reaprender saberes.
El recuerdo de estos muertos, de esos próceres que nos hicieron argentinos, nos plantea el enorme desafío de honrarlos estando a su altura.

Fuente:

Los Andes, Mendoza, 9 de julio de 2016.

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